martes, 8 de febrero de 2011

El vaso en el espejo ajeno.

No hay camino de rosas. Da igual hacia donde te dirijas, no hay camino de rosas. Como mucho alguna rosa en el camino que endulce tus fosas nasales mientras te diriges del campo a la ciudad o viceversa. Hay pocas cosas que se vean y para el resto tu cerebro se encarga de hacer una reconstrucción mental de todo lo que puede llegar. La vida es un apuesto cabrón, pero no basta con arrancarle los cuernos con tu puro nervio. Es fácil señalar el acné ajeno pero hay que recordar que todos pueden señalar y lo único que nos queda es que nuestro reflejo no nos señale al lavarnos la cara frente al espejo. Alguien a quien quiero mucho me dijo que si veo el vaso medio lleno es por principios. Lo medito y me doy cuenta de la verdad que subyace en ello. Nunca me gustaron las miradas envidiosas por encima del hombro, las lecturas victimistas de los posos del café, y probablemente para llegar a esta conclusión haya tenido que compararme con mis congéneres, haya tenido que mirar al de al lado. Pero hay una diferencia entre ver y mirar y también diferentes formas de mirar. Puedes decir que no eres negativo o que eres positivo pero aunque ambas cosas signifiquen lo mismo nunca nos sonarán igual. Eso es la connotación y aunque en las letras impresas en ceros y unos sean más claras, al final se puede aplicar esta regla de tres a cada cuatro de cinco convicciones que podemos llegar a tener. La denotación se parece demasiado a la detonación de ciertas bombas. Pero las bombas también son unas tapas que sirven en muchos bares, tapas picantes.

Lo dicho, la connotación es la clave del clavel en la solapa del porvenir.