lunes, 25 de agosto de 2014

Dosis de brisa.

¿Qué puedo decir si a veces Jack me nubla la vista? También me templa el pulso. Supongo que habrá que ir surfeando y si no llega la dosis, mi pulso temblará, y si me paso, supongo que me sabréis perdonar. ¿Cómo era? Mi reino por una cerveza. Chaval, estás flipado. Me cago en la puta, ya os he dicho que soy un caballero o al menos eso pretendo y además, ahora, con la educación de un vampiro. No sé vivir de otra manera y aunque la travesía por el desierto se ha hecho larga yo sigo buscando un oasis en el que echarme una siesta, una brisa, y como en mi cuarto no hay muy buenas vistas ni ventilación salgo a la ventana del salón... Qué casualidad que esté orientada en tu dirección. ¿Es de día o de noche? No lo sé, supongo que las gafas de sol no me dejan ver. Yo sigo mi camino y si hay un guiño, sigo mi camino sonriendo. Será que mientras miro por la ventana levanto el segundo vaso de pulso templado mientras me pongo a imaginar otra realidad y aunque tenga carné, hay señales de tráfico que no sé comprender. Supongo que podría terminar diciendo que para juzgar están los jueces y ya murió Jesús por nuestros pecados así que no hay a quien culpar. Solo nos queda la brisa si vuelve a soplar. ¿Alguien que se invite a una birra?

domingo, 17 de agosto de 2014

Miedo y otras pamplinas.

El miedo es una fea costumbre. Se pega a ti porque no quiere estar solo. Libertad, que bonita palabra. Todos dirían que hará chirriar los oídos del miedo pero la verdad es que las palabras pocas cosas pueden ahuyentar. Será que soy guionista y en las películas el héroe se define por una acción o como poco, una mirada. Y algunos dicen que miro demasiado y hablo poco. Sin ir más lejos, ayer, en un bar, la camarera me preguntó ¿te falta algo? No. Es que parece como si necesitaras algo. Será que miro demasiado mientras pienso palabras que no espantarán al miedo pero sí a ciertos demonios. ¿tú siempre te vas por las ramas? Será que soy muy mono... ya me centro, el caso es que cuando el miedo te susurre al oído dile que no le escuchas, cuando se acerque aún más, patada en los cojones. Echa a correr porque mientras está tirado en el suelo con sus pelotas cascadas será el único momento en que puedas respirar la libertad. Podrías pensar que este truco solo servirá una vez pero la soledad del miedo es tal que le hace olvidar el dolor de huevos, su ansia de tenerte a su lado es tal que no dudará en acercarse lo suficiente como para que esté a tiro de una patada en los cojones. Mano de santo.

Nucelar.

A punto de la hora límite suelo pensar que la bomba no va a estallar aunque tengo la cara llena de las cicatrices que deja la metralla. Será que no soy tan listo y tal vez demasiado bueno. Será que prefiero ser así que normal. La vida no te deja pensar, no deja de llorar y con lo salado de las lágrimas se acabarán por derretir los polos. ¿No hay final feliz? Será que no hay final hasta el final y que ahora todos me llaman Chernóbil. A mí siempre me dio igual la radioactividad y si se dice nuclear o nucelar. Si voy a pecar espero que valga la pena y al final haya alcohol o unos buenos labios que besar. Soy de gustos sencillos, si hay dinero y picardía, pero estoy en paro y con este corte de pelo, no se me puede pedir más. Yo seguiré jugando a los dados, da igual con quien. Mi cara de poker, después de ver la trilogía del dólar, ha mejorado. Aún así siempre me gustó más jugar con quien es capaz de leer el fondo de los ojos. Los despojos para las hienas y el premio gordo para el que se lo merezca así que seguiré haciendo flexiones y ciertas concesiones si a la suerte le da por silbar.  

viernes, 15 de agosto de 2014

Ritmo.

No soy tan feo ni tan malo así que sólo me queda ser el bueno. La verdad es que mi perro se parece a mí, entre un tipo como yo y una mujer, siempre la elige a ella y siempre le regalan una caricia al muy cabrón. Hoy le he gritado a mi dinosaurio ¿estás roto o qué? De todas formas siempre he preferido ser el último boy scout que un día de furia. Da igual, terapia a la americana. Casi me hacen claudicar pero no soy un ratón ni nadie me va a convertir en rata. Mi profesión es otra, ya sabéis, montado en Rocinante y con un perro como escudero. ¿Qué puedo decir? Las palabras pueden ser preciosas pero ¿cuántos de vosotros os partiríais la cara con molinos? Chaval, estás flipado. Ya he dicho que prefiero el término, caballero.
¿Queréis un poco de vacile? Esperad que me pongo a escuchar rap... mucho mejor, vamos a empezar. Últimamente me sentía como Benjamin Button pero la verdad es que siempre he preferido la frase final del club de la lucha y la canción de después con Marla del brazo. A mi alegato me remito aunque lo regalara. Si alguien tiene dudas, que se lo pida prestado y aprenda. No soy del tipo que suelta reprimendas pero tengo que decir que si eres tan tonto como para volver a fumar porque a una mujer le gustan los fumadores, y sobre todo si ella no fuma, recuerda que cuando cortéis sólo te dejará un cáncer y ella no tendrá otro igual... Ya me callo.
¿Alguien quiere bailar? ¿No? Pues ya bailo yo en calzoncillos por el salón como en Risky Business. Venga ese cuello para arriba. Me debes una peli y una cita en tu agenda pero yo no pido . Just saying... Ya me callo.
De hecho, no, porque para un placer que nos podemos dar los caballeros, lo pienso disfrutar. A lo Tony Montana, sólo con mis huevos y mi palabra. Orson, no me mires mal, que me refiero a otra cosa. A lo que iba, estas dos cosas no suelo romperlas, la primera por el dolor físico y la segunda por el mental. A veces me voy por las ramas pero el caso es que si no sabes silbar siempre puedes hacer chas. Tranquila, NO HOPE. I KNOW. Esto hubiera quedado mejor si alguien me hubiera hecho los coros. Lo que me pasa es que hace días que no escribo una canción y últimamente mis dedos se mueven demasiado deprisa para no tener ningún himen que acariciar. Es una cuestión de ritmo y sobre eso también podría vacilar... Ya me callo.

¿No te ibas a callar? Hay tantas cosas que debería hacer y no me da la gana. Supongo que aún no he soltado la frase perfecta y mis dedos no se quieren callar. Yo no soy culpable de nada, sólo me dedico a hacer flexiones con mi mente y pene. El ritmo suele ser rock o rap y aunque varíen los planes, ya sabéis como va. Echarle huevos sigue siendo una cuestión de echarle huevos y autocitando un consejo que hace poco di: haz lo que quieras porque al final, por muy bien acompañado que duermas, eres tú el que tiene que cerrar los ojos. Me descubro moviendo el cuello y mi perro lo mueve igual, no sé si asiente o también sigue el ritmo del rap. Paz.

lunes, 11 de agosto de 2014

Reflejos.

Me miro en el espejo del baño y me digo: No tienes tanto talento para ser tan borracho. El del otro lado me dice que la culpa es mía por mirarme sobrio en el espejo. De pronto escucho algo que viene del váter, alguien que me llama. Levanto la tapa y mi reflejo en el agua me dice: tú necesitas echar un polvo. Corro a mi cuarto y me masturbo frente al ordenador. Cuando termino, sudoroso, mi silueta en la pantalla me llama perdedor. Agarro la botella y me sirvo un whisky, el fondo del vaso no dice nada pero me mira mal. Me lo bebo de un trago, cojo la libreta y con un cigarro en los labios me pongo a escupir en el papel un rato. Me echo otro whisky y sólo lo miro un segundo porque no quiero escuchar pero mientras bebo me susurra ¿estás mejor? Fijo mi vista en el cuaderno incapaz de escribir, incapaz de responder la pregunta. Cuando se acaba, voy a por el tercero. Éste no dice nada ni me mira mal pero tampoco me sienta muy bien. Al menos soy capaz de escribir tres líneas. Cuando estoy pensando en echarme el cuarto suena una canción que me encanta, una de esas que te obliga a seguir el ritmo con los pies y bombea más sangre al corazón. Miro mi reflejo distorsionado en la botella que me dice: venga, campeón. Subo el volumen, relleno el vaso y me subo a la cama a bailar y cantar a pleno pulmón hasta que acaba la canción. La siguiente no me gusta tanto así que me desplomo y me apoyo en la pared. A mi izquierda, mi sombra. Me dispongo a recibir su lección ¿Sabes que nunca podrás huir de mí? No tengo más remedio que descojonarme ante semejante obviedad, semejante estupidez. Cuando acaba la risa me arrastro hasta la mesa, me echo la última y agarro la libreta. Intento leer lo escrito pero no puedo, no sé si es bueno o malo, simplemente me da pereza. Tiro la libreta a un lado y me centro en el whisky que tengo delante, a ver que tiene que decir ¿Cuanta gente habrá follando ahora mismo? Me encojo de hombros y me lo bebo de un trago. Me tumbo en la cama y miro la hora en el móvil. El reflejo de mi córnea me pregunta si tengo sueño. No pero, aún así, apago la luz.

jueves, 31 de julio de 2014

Conversaciones con un accidente geográfico.

Bajo por el estrecho camino. No lo recordaba tan escarpado pero aunque ha crecido la maleza hasta emborronar el camino, hasta hacerlo desaparecer en algunos puntos, podría bajar esta pendiente con los ojos cerrados. Aún así, empiezo a pensar que ya debería haber llegado cuando escucho el murmullo del riachuelo. Ahora sé que sólo me queda un recodo.
La veo con los pies metidos en el agua, ya me está mirando con una sonrisa en la cara, yo no puedo más que sonreír.
-Ha pasado mucho tiempo -dice.
-Pues tú sigues igual, Sima.
Nos damos los dos besos de rigor, me descalzo, me siento a su lado y me remojo los pies. Siempre que vengo lo hago y me sienta tan bien. Sima me pregunta qué tal mi vida y yo me encojo de hombros.
-Si has venido a verme no irá demasiado bien.
Sonrío con cara de cordero degollado y me vuelvo a encoger de hombros.
-He venido en moto.
-¿Tienes moto? ¿Y cómo se llama?
Sima sabe que siempre le pongo nombre a mis vehículos. Me gusta que a pesar del tiempo que pase, se acuerde de todo.
-Rocinante -le respondo.
-¿Y tú eres el caballero de la triste figura? -dice mirándome con ternura y compasión.
-Si no, no estaría aquí.
Ambos nos empezamos a reír. Después, el silencio, pero no uno de esos malos sino como el que explica Uma Thurman en Pulp Fiction. Seguimos así un rato, mirando el agua pasar. Después se fija en mi pómulo inflamado, el trozo de esparadrapo encima de la ceja y los demás rasguños.
-¿Y eso? ¿Rocinante no te habrá tirado al suelo?
-No, son secuelas de volar -,adopto una pose triunfal -Siempre he pensado que las cicatrices me hacen interesante.
-Las cicatrices no son importantes sino la experiencia ¿Valió la pena?
No puedo hacer otra cosa que sonreír.
-Veo que tú tampoco has cambiado.
Señalo mi brazo mientras le digo que lo llevo escrito en la piel.
-No acabo de entender el tatuaje. -Me dice mirándolo.
-Nadie lo entiende, la mayoría piensa que soy idiota o un cabezota prepotente pero es otra cosa. Sabes, la vida es una mierda, así que cuando por las mañanas tienes que lavarte la cara, más te vale poder mirarte al espejo la mayoría de los días y poder decirte que le vas a echar huevos. Para eso lo del brazo, para cuando no tengo un espejo cerca.
-Pues sí que eres un cabezota prepotente.
-Es parte de mi encanto.
Otras carcajadas seguidas de otro magnífico silencio. Vuelve a pasar el tiempo, la verdad, no sé cuanto. Miro pasar el agua entre los dedos de mis pies mientras me pierdo en los recuerdos.
-Tal vez -,digo -podría enviarle una carta, ya sabes, explicándolo todo bien, así...
¡PAH! Me cae una colleja sonora y dolorosa que no me esperaba. Sima me mira con severidad. Me señalo el brazo poniendo mi mejor cara de niño bueno.
-No, -me dice -Esta vez echarle huevos es otra cosa.
Asiento y agacho la cabeza.
-Ya sabes que soy un cabezota prepotente.
-Es parte de tu encanto -y me guiña un ojo.
Sonrío y volvemos a mirar nuestros pies. Corre una pequeña brisa que me hace levantar la vista y mirar alrededor. Aquí no hace el calor sofocante del verano, el riachuelo, los árboles y arbustos en sus margenes, el cantar de los pájaros, es un sitio precioso. Sima me pega un suave codazo.
-Se te van a arrugar los dedos de los pies.
-Sí, -le respondo -será mejor que me vaya.
Sé que no es que le moleste mi presencia, ella sabe que para la gente no es bueno quedarse mucho tiempo con Sima por bonito que sea el paisaje. Me levanto y me seco los pies como puedo.
-¿Y que vas a hacer ahora?
-Supongo que sacaré brillo a la armadura, montaré en Rocinante y me pelearé con unos cuantos gigantes.
-Son molinos.
-Lo sé pero siempre he preferido llamarlos gigantes.
Ya calzado le doy dos besos y le acaricio la cara con cariño, ella me sonríe.
-Me ha gustado verte -,dice ella -pero espero no verte en un tiempo.
-A ver si hay suerte.
Nos abrazamos, me doy la vuelta y comienzo el camino de vuelta.
-Oye -, me llama ella. -No es tu estilo pero te queda bien el corte de pelo.
Yo sonrío y le lanzo un beso desde lejos, ella me lo devuelve y comienzo a subir la pendiente mientras silbo.


lunes, 28 de julio de 2014

Gustos sencillos.

¿La eternidad? Eres un poco pretencioso. Yo soy hombre de gustos sencillos. Me gusta una buena noche y una mejor mañana. Cuando voy a Sevilla, una tapa en el Eslava. Provocar tu sonrisa, y si se puede provocar, pues un orgasmo, o mejor dos si estoy acompañado. Me gusta la lluvia calándome de vuelta a casa o sonando al dar contra el cristal mientras miro por la ventana aunque no se vea nada. Me gusta salir a comprar el periódico una mañana de domingo invernal, bien abrigado, mientras el frío tersa mis mejillas. Me gusta que mi perro se duerma encima de mí aunque en verano nunca lo haga. Me gusta que no hayas tirado mi cepillo de dientes y me gusta que alguien le dé al “me gusta” cuando escribo, ésto debe ser pura vanidad. Me gusta teclear, ese sonido átono que puede crear cualquier tipo de poema o sinfonía. Me gusta silbar ahora que sé y me gusta escuchar. Me gusta el vino, la cerveza y el whisky, cualquier alcohol en realidad. Me gusta dormir a pierna suelta cuando se puede y disfrutar de esas noches de insomnio intentando recordar el momento en que dejé de dormir bien. Me gusta la sinceridad, dicen que duele pero más duele el silencio y la mentira. Me gusta bailar aunque lo haga fatal y por eso suelo hacerlo en privado o en confianza. Me gusta bacilar y como sé que estoy más guapo, me gusta sonreír. Me gustas tú y no lo pienso evitar. Me encanta la niebla y la forma en que tiras la cerveza. Me gusta recordar alguna cosa que había olvidado que me gustaba. Me gusta tu falda y me gusta verte pasear. Me gustó aquella noche ¿y la peor de todas también? Sí, porque estabas tú. No me gusta ser un fantasma, prefiero ser un vampiro o un hombre lobo, que suelen follar más. Me gustan las buenas canciones, las buenas películas y desayunar un par de tostadas de jamón con un café sólo (o mejor acompañado). No voy a mentir porque no me gusta. Me gusta más sentir y aunque sé que eso no sucederá me gusta imaginar que cuando a través de mi ventana escucho el ascensor eres tú que vienes a darme una sorpresa. Me gustó aquel corazón de tu sangre y por eso tardé dos días en ducharme. No me gusta reconocer ciertas cosas pero como ya he dicho, no me gusta mentir. Me gustaría saber que título le voy a poner a este texto pero ya improvisaré como aprendí de ti. Me gusta lo catártico del vómito cuando has bebido demasiado. Me gusta el momento, aunque sólo sea para verlo pasar. Si este texto te ha hecho sonreír, me gustará. Me gusta retar. Te reto ¿Alguien da más?

jueves, 24 de julio de 2014

Es otra cosa...

Nunca me gustaron esas postales en las que el típico monumento está perfectamente iluminado en la noche y perfectamente encuadrado. Cuando de adolescente estuve en París, a mi hermana, de recuerdo, le traje una pequeña ocarina ¿Una ocarina, por qué? Porque era diferente, bonita y aunque no sabía tocarla, al soplar, me hizo gracia su sonido peculiar. Es otra cosa cuando hablo de belleza. El olor del café, levantar la vista del libro para paladear esas últimas palabras, una risa, una brisa o un olor. Una sensación de paz y victoria cuando al hacer el amor llegamos juntos al orgasmo.
Una vez, hace años, volvía de un viaje con una chica de buenos genes, de esas que muchos dirían “me la tiraba hasta reventar”. En mitad del viaje me llamó un amigo y, con cierta socarronería, me preguntó ¿Qué tal el viaje? Mi respuesta: Como viajar con un caniche muy bonito. No es que no sepa apreciar ese tipo de belleza, es que cuando hablo de belleza, me refiero a otra cosa. No se engendra en la córnea, es como una preciosa canción que te araña el corazón y te hace tambalear el alma. Es como mirar al mar que sólo es una masa informe de agua pero no puedes dejar de mirar al punto donde se junta con el cielo, escuchar su rumor constante, aspirar ese olor tan penetrante, tan reconfortante, tan bello.  Pues eso, es otra cosa.

lunes, 21 de julio de 2014

Comunicando.

Ya nadie llama y es una pena, la verdad. Me da igual si lo inventó Graham Bell o no, es un invento cojonudo y lo estamos echando a perder. Seguimos llamándolos teléfonos pero estas pequeñas maquinitas; entre tanto “me gusta”, tanto “leído” en vez de escuchado, tanta letra, foto, música y mail, nos están acobardando. Debo de estar haciéndome viejo porque echo de menos aquellos tiempos en que había que echarle huevos. Cuando los teléfonos se usaban para hablar y casi todos eran fijos. Tenías quince y te gustaba una chica, te daba su teléfono pero era el de su casa. Cuando por fin reunías las pelotas suficientes para llamarla lo cogía su padre o su hermano e intentando no tartamudear preguntabas por ella. Un incómodo silencio seguido de un “sí, enseguida se pone” entre dientes. Esperas mientras planeas mil comienzos posibles... Vaya subidón al escuchar su voz, es divino, como su risa, sus suspiros y sus silencios que entonces eran en tiempo real. Ahora tiras la piedra y escondes la mano hasta que te la devuelven. Antes lo intentabas cada treinta segundos si comunicaba y perdías los nervios si lo dejaban sonar demasiado por si estabas cometiendo un error. Ahora sólo te llama Movistar o Vodafone o tu madre, que es muy antigua, en el mejor (o peor) de los casos. ¿Dónde está la emoción?


Podéis llamarme vieja escuela o viejo sin más, podéis llamarme incluso gilipollas pero lo importante sigue siendo llamar. ¿Comunica? Pues lo vuelves a intentar.   

jueves, 17 de julio de 2014

Mi canción preferida.

Mi canción preferida tiene el nombre del pecado original. Cree que la quiero atar pero lo que más me gusta es oírla volar. Mi canción preferida es triste, pero ese tipo de tristeza que te arranca una sonrisa. Mi canción preferida no está hecha para bailar, es para sentarse en la barra y escuchar esa deliciosa melodía, ese acompañamiento de esa tísica guitara que tanto me gusta tocar al saborear cada uno de sus versos. Tal vez nunca la vuelva a escuchar pero sé que algunas mañanas al despertarme o por las noches justo antes de acostarme la voy a silbar porque fue al escucharla por primera vez cuando sin darme cuenta junté los labios y comenzó a sonar, aprendí a silbar. Tal vez desafiné, tal vez la melodía sólo era reconocible por mí pero su melodía al fin. No soy un experto en música y puede que mi canción preferida no le guste a puristas y entendidos pero como ya he dicho, no sé demasiado de música, sólo de canciones que hacen cambiar el ritmo de mi corazón, tal vez por su personalidad, por su carácter o sinceridad. La verdad es que nunca me paro a pensar por qué me gusta una canción, sólo dejo que mi corazón y mis pies se muevan a su compás y ahora que sé, me pongo a silbar.  

sábado, 12 de julio de 2014

Saborear.

Ella me recordó tantas cosas que había olvidado. Y ahora que estoy dispuesto a saborearlas tengo que hacerlo aquí, con tito Jack y, como Nacho, tirando de Alprazolam. Y no, sin ella, no saben igual. Con las gafas de sol duele un poco menos escribirlas y describirlas, será que aún me quedan cosas por aprender o que al empañarse estas oscuras lentes podré emborronar el recuerdo y concentrarme en ese sabor a metal oxidado de tan poco uso. Y la verdad es que sin ella no sabe igual. Tal vez al final sólo sea uno más pero a quién le importa si lo que me hizo recordar y su recuerdo saben genial aunque no pueda compartirlo con su boca, su lengua, su risa y caricias que ahora vuelvo a creer sentir como esos crujidos que te hacen pensar en fantasmas. Y ahora también vuelvo a recordar su falda y esas rodillas de niña que tanto me gustan. Tengo que portarme bien, me dice lo poco que queda de mi parte racional, o habrá que matar esa pequeña parte con otro trago de whisky que, sólo, ella me enseñó a beber.


Buenas noches, señorita, disfruta de la luna que yo disfrutaré del recuerdo de tu sabor.

martes, 8 de julio de 2014

Escrito.

-Lo llevo escrito en la piel ¿Qué esperabas?
-No lo sé, otra cosa.
-¡Pero lo llevo escrito en la piel!
-¿Puedes parar de repetir eso?
-Si pudiera no lo llevaría escrito en la piel.


lunes, 7 de julio de 2014

Nada.

-Hoy he vuelto a mirar, se ha caído otro pedazo.
Ella hace una mueca entre la comprensión y la desidia. Están sentados al borde del mundo, los pies colgando por el acantilado y más allá, la nada.
-Está empezando a entrar la lluvia y por las noches tengo frío.
Ella asiente sin dejar de mirar la nada.
-Habría que hacer algo.
Él no puede dejar de mirarla pero ella no despega su mirada de la nada. Por fin habla.
-Es preciosa. Tan inmensa, tan atractiva que asusta.
Él mira al frente y va bajando la mirada hacia sus pies apreciando la majestuosidad de la nada. -Sí que es bonita, pero no tanto como tú.
El detalle deja entrever una tímida sonrisa en la comisura de esos labios pintados de rojo apagado. Él continúa.
-No tengo miedo de vivir en las ruinas, es otra cosa.
-No tiene sentido vivir entre ruinas.
-Tampoco sentarse aquí a mirar la nada.
Ambos se miran un segundo sin saber cómo continuar, después vuelven a la nada. Él, inseguro acerca su meñique al de ella hasta rozarlo. Ella le corresponde acariciándolo y a él lo inunda una absoluta y ridícula tranquilidad. Cuán ridícula la siente él pero como siempre, lo obvia.
-¿Qué habrá abajo, al fondo? ¿No te lo preguntas?-dice ella.
-Supongo que yo me pregunto otras cosas. El techo, mi dolor, tu sonrisa.
-¿Tendrá fondo? -Sigue ella.
Él separa su mano de la de ella y comienza a liarse un cigarro. Se siente mal cada vez que hace eso. Ella sigue mirando la nada. Él se pone el cigarro en la boca, saca las cerillas y se lo enciende dando una calada intensa, lenta y sabrosa, con parsimonia pero profunda. Al expirar el humo se disuelve en la inmensidad de la nada. La cerilla se consume en sus dedos hasta que la tira por el acantilado. Ambos miran cómo se pierde también en la nada. Él vuelve a su cigarro mientras ella no deja de mirar el punto dónde desapareció en la nada la cerilla. Ambos a lo suyo cuando a su lado se materializa un manzano o tal vez siempre ha estado allí pero ninguno de los dos se ha percatado.
-¿Tienes hambre?
Ella se encoje de hombros. Él, con su bastón, va dando golpes al tronco del árbol hasta que caen varias manzanas. Las acerca también con su bastón y las pone al lado de ella.
-Por si acaso.
Ella sonríe más que nada por complacerle y él la mira una vez más fijamente. Vuelve a su cigarro que está a punto de acabarse. Observa cómo se va consumiendo poco a poco hasta que se lo pone en la comisura delos labios, se pone los cascos y en su móvil busca algo que escuchar. No sabe qué siente ni qué quiere sentir así que no es fácil tarea. ¿Escuchará algo tristemente reconfortante? ¿Algo animado? ¿Algo que le devuelva las ganas de luchar? No se puede decidir así que pone todas sus listas de reproducción en aleatorio. Sonríe al ver que se vuelve a dejar en manos de la suerte y cuando vuelve a mirarla a ella se sorprende al ver que ha llamado su atención. Con el Satisfaction de los Rolling comenzando a resonar en sus oídos despliega su mejor sonrisa. Tira la colilla por el acantilado y mientras ella mira esa ficticia luciérnaga aprovecha para robarle un beso y arrojarse por el acantilado manteniendo aún su mejor sonrisa. Él mira la colilla que le lleva unos metros de ventaja, se da la vuelta mientras escucha el cortante viento por encima de la música. Su sonrisa se tensa aún más mientras ella se hace cada vez más pequeña. Espera que ella lo siga mientras se da cuenta de que su sonrisa era irónica, agónica y penosa. Siente el viento y la cadena que lo une a ella mientras sigue cayendo hasta que ella desaparece. Después sigue cayendo más aún.

miércoles, 21 de mayo de 2014

Día de lluvia.

Si quieres también lucho contra fantasmas. Ya sabes que voy de tipo duro así que ya lloraré en privado. Estoy cansado pero aguantaré, se me puede apalear siempre y cuando se me dé también una dosis razonable de Jack Daniel's. Sinceramente, estoy hecho mierda. Yo intento quitarme al menos este olor a cloaca y mientras tanto tú echas a correr ¿Dónde está el mapa? ¿Dónde lo he dejado? Siempre he intentado ser el hombre impasible para tener templanza por los dos, tal vez sea una estupidez pero no sé hacerlo mejor. Sigo adelante y puede que acabe ganando batallas como el Cid pero sigo sin saber si tus canciones hablan de mí. La culpa es mía por pensar que la tormenta había terminado pero vivo en Barcelona y como dice un amigo, esta ciudad es bipolar. Aún así lo que más me jode es que no seas capaz de pedirme un paraguas en pleno chaparrón. ¿Y yo? Sigo buscando los pedazos de tu corazón roto por la acera, bajo la lluvia y cegado por las lágrimas. Al menos habrá que agradecer a esta intensa cortina de agua que no puedas distinguir si estoy llorando y pueda seguir aparentando ser el hombre impasible que nunca fui.