domingo, 7 de febrero de 2010

Gustav y la sima del mundo. Parte I.

Gustav en realidad se llamaba Gustavo pero se hacía llamar así para evitar rimas soeces y comparaciones con la rana. Gustav pensaba que la depresión consistía en llorar por las esquinas, que los psicólogos eran para la gente sin amigos y que el mejor antidepresivo era el alcohol. Gustav tenía todas estas cosas claras y aún más hasta aquella mañana en que no era capaz de salir de la cama ni con el pie derecho ni con el izquierdo. Tras mirar fijamente el reloj marcando las nueve y veintisiete, y veintiocho, y veintinueve se dio cuenta de que estaba en medio de una depresión.
Algo había que hacer, como levantarse y ducharse cuatros días después de que fuera asunto de estado. Sus uñas hace dos semanas que tenían que haber sido cortadas. Gustav llevaba un tiempo pensando y hasta había olvidado a la chica que estaba dormida a su lado. Esta chica era la séptima del mes que se traía del mismo bar. El mismo bar en que conoció a la chica que le hizo dudar. Gustav supone que por eso le gustaba, porque se supone que las mujeres dicen que no cuando quieren decir que sí y ella lo hacía al revés. Sí, definitivamente era rara, y eso le gustaba, eso y esas ojeras. No sabía por qué pero Gustav se volvía loco por sus ojeras. Eh! ,dijo su cerebro, no puedes culpar a esa mujer que apenas conociste una noche de la sima en la que estás. No, se respondió él, pero hubiera sido un gran salvavidas. Hola, dijo la chica que estaba a su lado. ¿Cómo cojones se llama? Pensó él.

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