sábado, 30 de octubre de 2010

Pause.

Las vacaciones no son más que otro lugar común, encefalograma plano en verano, otoño en que las neuronas se caen como hojas de árbol. Pero se acerca el invierno y hay que abrigarse para que no nieve dentro de la habitación. Tendré que volver a sacar el sombrero y, en plan cine negro, que la sombra del ala tiña de oscuro mis ojos y nadie sepa bien donde miro. Por un momento, tan solo por un instante, pensé en dejar de ser estratega pero el show must go on, el juego continua y la guerra no termina. Mis pensamientos son míos y siempre veo demasiado miedo al silencio. ¿Llamar a una niña Soledad o Angustias la marca de por vida? ¿Si me llamo Ángel tengo que ser un guardián o mensajero? Complejos los tenemos todos, lo complejo del alma ya es otro asunto. Puedo pasarme todo el día escribiendo cosas que parecen profundas como simas en medio del océano pero sigo sin saber la definición exacta de praxis u ontológico. Mi gente me ha tenido tanta paciencia que no puedo dejar de pensar en la autodefinición: tonto con suerte. Hay que ser fuerte, me dicen mis mayores, pero no hay mayor honor que ver la lágrima de un colega, no por verlo sufrir, si no por poder verlo sin la armadura. La foto es mentira porque no existe el botón de pause.

lunes, 11 de octubre de 2010

Suposiciones.

Supongo que nunca encuentro los términos adecuados, mi dolor en el pie izquierdo nada tiene que ver con el de mis pelotas, o la valentía que enarbolo sin derribar un solo bolo de de mi pista en la bolera. Aveces solo habría que hacer lo correcto y concreto las cosas con sentencias sin dictar. Montar en bici no se olvida, pero nadie gana el tour de Francia con la primera bicicleta que te trajeron los reyes magos si has estado años tirado en el sofá sin pedalear más que para comprar el pan y no morir de hambre. En los libros de auto ayuda cuentan las leyendas que lo del amor ha de ser algo fácil, como deslizarse por un tobogán en el parque acuático pero es verdad que no es fácil salirse de uno mismo y mucho menos volver a casa cuando llevas demasiado tiempo patrullando la ciudad. Excusas y excusas y excusas... No es que mi torpeza sea una excusa ni mi falta de sueño un atenuante. Los tunantes reconvertidos son como los conversos a la religión del colchón para dos y solo dos. Aveces es mejor callar pero la verdad es que el que calla otorga y yo no debería otorgar, si no reafirmar porque las palabras se las llevará el viento pero a todo el mundo le gusta sentir la brisa del mar.