sábado, 30 de octubre de 2010

Pause.

Las vacaciones no son más que otro lugar común, encefalograma plano en verano, otoño en que las neuronas se caen como hojas de árbol. Pero se acerca el invierno y hay que abrigarse para que no nieve dentro de la habitación. Tendré que volver a sacar el sombrero y, en plan cine negro, que la sombra del ala tiña de oscuro mis ojos y nadie sepa bien donde miro. Por un momento, tan solo por un instante, pensé en dejar de ser estratega pero el show must go on, el juego continua y la guerra no termina. Mis pensamientos son míos y siempre veo demasiado miedo al silencio. ¿Llamar a una niña Soledad o Angustias la marca de por vida? ¿Si me llamo Ángel tengo que ser un guardián o mensajero? Complejos los tenemos todos, lo complejo del alma ya es otro asunto. Puedo pasarme todo el día escribiendo cosas que parecen profundas como simas en medio del océano pero sigo sin saber la definición exacta de praxis u ontológico. Mi gente me ha tenido tanta paciencia que no puedo dejar de pensar en la autodefinición: tonto con suerte. Hay que ser fuerte, me dicen mis mayores, pero no hay mayor honor que ver la lágrima de un colega, no por verlo sufrir, si no por poder verlo sin la armadura. La foto es mentira porque no existe el botón de pause.

No hay comentarios:

Publicar un comentario