domingo, 24 de noviembre de 2013

Rusa ruleta.

Era todo mentira. Dijo mientras escupía sangre por un colmillo. La verdad es que cuando te dan una paliza, lo mejor es hacerte el muerto pero claro, con tanta sangre y bilis en la boca es difícil mantenerla cerrada. Un cigarro, por piedad, continuó, no sin cierta ironía. Ahora todo estaba al revés y andaba él atado de pies y manos a una de esas sillas del Ikea que todo el mundo tiene en sus casas. Ahora todo había cambiado y era ella quien tenía la pistola en la mano. Apenas recordaba los detalles de la misma escena en negativo, había pasado mucho tiempo y se dio cuenta de que había olvidado incluso las lecciones. Solo recordaba que la pistola en realidad era un mechero y que al final solo era como una peli de terror, un viaje alucinante, metáfora de algo importante, si el director era bueno. Ella le puso el cigarro en la boca y sacó un encendedor del bolsillo. Esto lo descolocó. ¿La pistola era de verdad o la chica quería alargar el juego? Tal vez ella recordaba mejor la escena pasada y quería engañarlo. La primera calada le hizo toser y ni él mismo tenía muy claro si había sido por las dudas y miedos, por la paliza o porque la calada la había dado sin sacarse el cigarro de la boca. Es difícil fumar con las manos atadas, continuó cuando recuperó el aliento. Ella le desató una mano y por fin dijo algo: Eres un gilipollas. Contundente, claro, directo a la sien. Tanto que él no pudo más que sonreír. Ya me dijo mi madre que no fuera un burro y si no le echo cuenta a ella es que no tengo remedio. El odio se podía palpar brotando de los ojos de ella. Él por su parte sonreía pero se le notaba el ceño fruncido, se le notaba un nerviosismo en el párpado derecho que no podía disimular. Mira niña, no sé como hemos llegado a esta situación pero la verdad es que empieza a ser ridículo así que dejémonos... Se da cuenta de que ella está apretando el gatillo. Hay que ver como se dilata el tiempo. Él pensó en el primer beso que compartieron, en aquella noche follando como perros. En aquella artificial lluvia de agosto, en como roncaba ella ¿Quién se queda con la casa, el coche, el perro y los discos de Dylan? ¿A quién se abrazará las noches de invierno y con quién hablará en las que no puede dormir por el calor? Pum. La bala se acerca y aún le da tiempo a pensar que ya no es tan cabrón mientras su cigarro va cayendo y descapullándose contra el suelo.

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