¿Qué puedo decir
si a veces Jack me nubla la vista? También me templa el pulso.
Supongo que habrá que ir surfeando y si no llega la dosis, mi pulso
temblará, y si me paso, supongo que me sabréis perdonar. ¿Cómo
era? Mi reino por una cerveza. Chaval, estás flipado. Me cago en la
puta, ya os he dicho que soy un caballero o al menos eso pretendo y
además, ahora, con la educación de un vampiro. No sé vivir de otra
manera y aunque la travesía por el desierto se ha hecho larga yo sigo
buscando un oasis en el que echarme una siesta, una brisa, y como en
mi cuarto no hay muy buenas vistas ni ventilación salgo a la ventana
del salón... Qué casualidad que esté orientada en tu dirección.
¿Es de día o de noche? No lo sé, supongo que las gafas de sol no
me dejan ver. Yo sigo mi camino y si hay un guiño, sigo mi camino
sonriendo. Será que mientras miro por la ventana levanto el segundo
vaso de pulso templado mientras me pongo a imaginar otra realidad y
aunque tenga carné, hay señales de tráfico que no sé comprender.
Supongo que podría terminar diciendo que para juzgar están los
jueces y ya murió Jesús por nuestros pecados así que no hay a
quien culpar. Solo nos queda la brisa si vuelve a soplar. ¿Alguien
que se invite a una birra?
lunes, 25 de agosto de 2014
domingo, 17 de agosto de 2014
Miedo y otras pamplinas.
El miedo es una fea
costumbre. Se pega a ti porque no quiere estar solo. Libertad, que
bonita palabra. Todos dirían que hará chirriar los oídos del miedo
pero la verdad es que las palabras pocas cosas pueden ahuyentar. Será
que soy guionista y en las películas el héroe se define por una
acción o como poco, una mirada. Y algunos dicen que miro demasiado y
hablo poco. Sin ir más lejos, ayer, en un bar, la camarera me
preguntó ¿te falta algo? No. Es que parece como si necesitaras
algo. Será que miro demasiado mientras pienso palabras que no
espantarán al miedo pero sí a ciertos demonios. ¿tú siempre te
vas por las ramas? Será que soy muy mono... ya me centro, el caso es
que cuando el miedo te susurre al oído dile que no le escuchas,
cuando se acerque aún más, patada en los cojones. Echa a correr
porque mientras está tirado en el suelo con sus pelotas cascadas
será el único momento en que puedas respirar la libertad. Podrías
pensar que este truco solo servirá una vez pero la soledad del miedo
es tal que le hace olvidar el dolor de huevos, su ansia de tenerte a
su lado es tal que no dudará en acercarse lo suficiente como para
que esté a tiro de una patada en los cojones. Mano de santo.
Nucelar.
A punto de la hora
límite suelo pensar que la bomba no va a estallar aunque tengo la
cara llena de las cicatrices que deja la metralla. Será que no soy
tan listo y tal vez demasiado bueno. Será que prefiero ser así que
normal. La vida no te deja pensar, no deja de llorar y con lo salado
de las lágrimas se acabarán por derretir los polos. ¿No hay final
feliz? Será que no hay final hasta el final y que ahora todos me
llaman Chernóbil. A mí siempre me dio igual la radioactividad y si
se dice nuclear o nucelar. Si voy a pecar espero que valga la pena y
al final haya alcohol o unos buenos labios que besar. Soy de gustos
sencillos, si hay dinero y picardía, pero estoy en paro y con este
corte de pelo, no se me puede pedir más. Yo seguiré jugando a los
dados, da igual con quien. Mi cara de poker, después de ver la
trilogía del dólar, ha mejorado. Aún así siempre me gustó más
jugar con quien es capaz de leer el fondo de los ojos. Los despojos
para las hienas y el premio gordo para el que se lo merezca así que
seguiré haciendo flexiones y ciertas concesiones si a la suerte le
da por silbar.
viernes, 15 de agosto de 2014
Ritmo.
No soy tan feo ni
tan malo así que sólo me queda ser el bueno. La verdad es que mi
perro se parece a mí, entre un tipo como yo y una mujer, siempre la
elige a ella y siempre le regalan una caricia al muy cabrón. Hoy le
he gritado a mi dinosaurio ¿estás roto o qué? De todas formas
siempre he preferido ser el último boy scout que un día de furia.
Da igual, terapia a la americana. Casi me hacen claudicar pero no soy
un ratón ni nadie me va a convertir en rata. Mi profesión es otra,
ya sabéis, montado en Rocinante y con un perro como escudero. ¿Qué
puedo decir? Las palabras pueden ser preciosas pero ¿cuántos de
vosotros os partiríais la cara con molinos? Chaval, estás flipado.
Ya he dicho que prefiero el término, caballero.
¿Queréis un poco
de vacile? Esperad que me pongo a escuchar rap... mucho mejor, vamos
a empezar. Últimamente me sentía como Benjamin Button pero la
verdad es que siempre he preferido la frase final del club de la
lucha y la canción de después con Marla del brazo. A mi alegato me
remito aunque lo regalara. Si alguien tiene dudas, que se lo pida
prestado y aprenda. No soy del tipo que suelta reprimendas pero tengo
que decir que si eres tan tonto como para volver a fumar porque a una
mujer le gustan los fumadores, y sobre todo si ella no fuma, recuerda
que cuando cortéis sólo te dejará un cáncer y ella no tendrá
otro igual... Ya me callo.
¿Alguien quiere
bailar? ¿No? Pues ya bailo yo en calzoncillos por el salón como en
Risky Business. Venga ese cuello para arriba. Me debes una peli y una
cita en tu agenda pero yo no pido ná. Just saying... Ya me
callo.
De hecho, no,
porque para un placer que nos podemos dar los caballeros, lo pienso
disfrutar. A lo Tony Montana, sólo con mis huevos y mi palabra.
Orson, no me mires mal, que me refiero a otra cosa. A lo que iba,
estas dos cosas no suelo romperlas, la primera por el dolor físico y
la segunda por el mental. A veces me voy por las ramas pero el caso
es que si no sabes silbar siempre puedes hacer chas. Tranquila, NO
HOPE. I KNOW. Esto hubiera quedado mejor si alguien me hubiera hecho
los coros. Lo que me pasa es que hace días que no escribo una
canción y últimamente mis dedos se mueven demasiado deprisa para no
tener ningún himen que acariciar. Es una cuestión de ritmo y sobre
eso también podría vacilar... Ya me callo.
¿No te ibas a
callar? Hay tantas cosas que debería hacer y no me da la gana.
Supongo que aún no he soltado la frase perfecta y mis dedos no se
quieren callar. Yo no soy culpable de nada, sólo me dedico a hacer
flexiones con mi mente y pene. El ritmo suele ser rock o rap y aunque
varíen los planes, ya sabéis como va. Echarle huevos sigue siendo
una cuestión de echarle huevos y autocitando un consejo que hace
poco di: haz lo que quieras porque al final, por muy bien acompañado
que duermas, eres tú el que tiene que cerrar los ojos. Me descubro
moviendo el cuello y mi perro lo mueve igual, no sé si asiente o
también sigue el ritmo del rap. Paz.
lunes, 11 de agosto de 2014
Reflejos.
Me miro en el
espejo del baño y me digo: No tienes tanto talento para ser tan
borracho. El del otro lado me dice que la culpa es mía por mirarme
sobrio en el espejo. De pronto escucho algo que viene del váter,
alguien que me llama. Levanto la tapa y mi reflejo en el agua me
dice: tú necesitas echar un polvo. Corro a mi cuarto y me masturbo
frente al ordenador. Cuando termino, sudoroso, mi silueta en la
pantalla me llama perdedor. Agarro la botella y me sirvo un whisky,
el fondo del vaso no dice nada pero me mira mal. Me lo bebo de un
trago, cojo la libreta y con un cigarro en los labios me pongo a
escupir en el papel un rato. Me echo otro whisky y sólo lo miro un
segundo porque no quiero escuchar pero mientras bebo me susurra
¿estás mejor? Fijo mi vista en el cuaderno incapaz de escribir,
incapaz de responder la pregunta. Cuando se acaba, voy a por el
tercero. Éste no dice nada ni me mira mal pero tampoco me sienta muy
bien. Al menos soy capaz de escribir tres líneas. Cuando estoy
pensando en echarme el cuarto suena una canción que me encanta, una
de esas que te obliga a seguir el ritmo con los pies y bombea más
sangre al corazón. Miro mi reflejo distorsionado en la botella que
me dice: venga, campeón. Subo el volumen, relleno el vaso y me subo
a la cama a bailar y cantar a pleno pulmón hasta que acaba la
canción. La siguiente no me gusta tanto así que me desplomo y me
apoyo en la pared. A mi izquierda, mi sombra. Me dispongo a recibir
su lección ¿Sabes que nunca podrás huir de mí? No tengo más
remedio que descojonarme ante semejante obviedad, semejante
estupidez. Cuando acaba la risa me arrastro hasta la mesa, me echo la
última y agarro la libreta. Intento leer lo escrito pero no puedo,
no sé si es bueno o malo, simplemente me da pereza. Tiro la libreta
a un lado y me centro en el whisky que tengo delante, a ver que tiene
que decir ¿Cuanta gente habrá follando ahora mismo? Me encojo de
hombros y me lo bebo de un trago. Me tumbo en la cama y miro la hora
en el móvil. El reflejo de mi córnea me pregunta si tengo sueño.
No pero, aún así, apago la luz.
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