domingo, 17 de agosto de 2014

Nucelar.

A punto de la hora límite suelo pensar que la bomba no va a estallar aunque tengo la cara llena de las cicatrices que deja la metralla. Será que no soy tan listo y tal vez demasiado bueno. Será que prefiero ser así que normal. La vida no te deja pensar, no deja de llorar y con lo salado de las lágrimas se acabarán por derretir los polos. ¿No hay final feliz? Será que no hay final hasta el final y que ahora todos me llaman Chernóbil. A mí siempre me dio igual la radioactividad y si se dice nuclear o nucelar. Si voy a pecar espero que valga la pena y al final haya alcohol o unos buenos labios que besar. Soy de gustos sencillos, si hay dinero y picardía, pero estoy en paro y con este corte de pelo, no se me puede pedir más. Yo seguiré jugando a los dados, da igual con quien. Mi cara de poker, después de ver la trilogía del dólar, ha mejorado. Aún así siempre me gustó más jugar con quien es capaz de leer el fondo de los ojos. Los despojos para las hienas y el premio gordo para el que se lo merezca así que seguiré haciendo flexiones y ciertas concesiones si a la suerte le da por silbar.  

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