A punto de la hora
límite suelo pensar que la bomba no va a estallar aunque tengo la
cara llena de las cicatrices que deja la metralla. Será que no soy
tan listo y tal vez demasiado bueno. Será que prefiero ser así que
normal. La vida no te deja pensar, no deja de llorar y con lo salado
de las lágrimas se acabarán por derretir los polos. ¿No hay final
feliz? Será que no hay final hasta el final y que ahora todos me
llaman Chernóbil. A mí siempre me dio igual la radioactividad y si
se dice nuclear o nucelar. Si voy a pecar espero que valga la pena y
al final haya alcohol o unos buenos labios que besar. Soy de gustos
sencillos, si hay dinero y picardía, pero estoy en paro y con este
corte de pelo, no se me puede pedir más. Yo seguiré jugando a los
dados, da igual con quien. Mi cara de poker, después de ver la
trilogía del dólar, ha mejorado. Aún así siempre me gustó más
jugar con quien es capaz de leer el fondo de los ojos. Los despojos
para las hienas y el premio gordo para el que se lo merezca así que
seguiré haciendo flexiones y ciertas concesiones si a la suerte le
da por silbar.
domingo, 17 de agosto de 2014
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