Bajo por el
estrecho camino. No lo recordaba tan escarpado pero aunque ha crecido
la maleza hasta emborronar el camino, hasta hacerlo desaparecer en
algunos puntos, podría bajar esta pendiente con los ojos cerrados.
Aún así, empiezo a pensar que ya debería haber llegado cuando
escucho el murmullo del riachuelo. Ahora sé que sólo me queda un
recodo.
La veo con los pies
metidos en el agua, ya me está mirando con una sonrisa en la cara,
yo no puedo más que sonreír.
-Ha pasado mucho
tiempo -dice.
-Pues tú sigues
igual, Sima.
Nos damos los dos
besos de rigor, me descalzo, me siento a su lado y me remojo los
pies. Siempre que vengo lo hago y me sienta tan bien. Sima me
pregunta qué tal mi vida y yo me encojo de hombros.
-Si has venido a
verme no irá demasiado bien.
Sonrío con cara de
cordero degollado y me vuelvo a encoger de hombros.
-He venido en moto.
-¿Tienes moto? ¿Y
cómo se llama?
Sima sabe que
siempre le pongo nombre a mis vehículos. Me gusta que a pesar del
tiempo que pase, se acuerde de todo.
-Rocinante -le
respondo.
-¿Y tú eres el
caballero de la triste figura? -dice mirándome con ternura y
compasión.
-Si no, no estaría
aquí.
Ambos nos empezamos
a reír. Después, el silencio, pero no uno de esos malos sino como
el que explica Uma Thurman en Pulp Fiction. Seguimos así un rato,
mirando el agua pasar. Después se fija en mi pómulo inflamado, el
trozo de esparadrapo encima de la ceja y los demás rasguños.
-¿Y eso?
¿Rocinante no te habrá tirado al suelo?
-No, son secuelas
de volar -,adopto una pose triunfal -Siempre he pensado que las
cicatrices me hacen interesante.
-Las cicatrices no
son importantes sino la experiencia ¿Valió la pena?
No puedo hacer otra
cosa que sonreír.
-Veo que tú
tampoco has cambiado.
Señalo mi brazo
mientras le digo que lo llevo escrito en la piel.
-No acabo de
entender el tatuaje. -Me dice mirándolo.
-Nadie lo entiende,
la mayoría piensa que soy idiota o un cabezota prepotente pero es
otra cosa. Sabes, la vida es una mierda, así que cuando por las
mañanas tienes que lavarte la cara, más te vale poder mirarte al
espejo la mayoría de los días y poder decirte que le vas a echar
huevos. Para eso lo del brazo, para cuando no tengo un espejo cerca.
-Pues sí que eres
un cabezota prepotente.
-Es parte de mi
encanto.
Otras carcajadas
seguidas de otro magnífico silencio. Vuelve a pasar el tiempo, la
verdad, no sé cuanto. Miro pasar el agua entre los dedos de mis pies
mientras me pierdo en los recuerdos.
-Tal vez -,digo
-podría enviarle una carta, ya sabes, explicándolo todo bien,
así...
¡PAH! Me cae una
colleja sonora y dolorosa que no me esperaba. Sima me mira con
severidad. Me señalo el brazo poniendo mi mejor cara de niño bueno.
-No, -me dice -Esta
vez echarle huevos es otra cosa.
Asiento y agacho la
cabeza.
-Ya sabes que soy
un cabezota prepotente.
-Es parte de tu
encanto -y me guiña un ojo.
Sonrío y volvemos
a mirar nuestros pies. Corre una pequeña brisa que me hace levantar
la vista y mirar alrededor. Aquí no hace el calor sofocante del
verano, el riachuelo, los árboles y arbustos en sus margenes, el
cantar de los pájaros, es un sitio precioso. Sima me pega un suave
codazo.
-Se te van a
arrugar los dedos de los pies.
-Sí, -le respondo
-será mejor que me vaya.
Sé que no es que
le moleste mi presencia, ella sabe que para la gente no es bueno
quedarse mucho tiempo con Sima por bonito que sea el paisaje. Me
levanto y me seco los pies como puedo.
-¿Y que vas a
hacer ahora?
-Supongo que sacaré
brillo a la armadura, montaré en Rocinante y me pelearé con unos
cuantos gigantes.
-Son molinos.
-Lo sé pero
siempre he preferido llamarlos gigantes.
Ya calzado le doy
dos besos y le acaricio la cara con cariño, ella me sonríe.
-Me ha gustado
verte -,dice ella -pero espero no verte en un tiempo.
-A ver si hay
suerte.
Nos abrazamos, me
doy la vuelta y comienzo el camino de vuelta.
-Oye -, me llama
ella. -No es tu estilo pero te queda bien el corte de pelo.
Yo sonrío y le
lanzo un beso desde lejos, ella me lo devuelve y comienzo a subir la
pendiente mientras silbo.