jueves, 31 de julio de 2014

Conversaciones con un accidente geográfico.

Bajo por el estrecho camino. No lo recordaba tan escarpado pero aunque ha crecido la maleza hasta emborronar el camino, hasta hacerlo desaparecer en algunos puntos, podría bajar esta pendiente con los ojos cerrados. Aún así, empiezo a pensar que ya debería haber llegado cuando escucho el murmullo del riachuelo. Ahora sé que sólo me queda un recodo.
La veo con los pies metidos en el agua, ya me está mirando con una sonrisa en la cara, yo no puedo más que sonreír.
-Ha pasado mucho tiempo -dice.
-Pues tú sigues igual, Sima.
Nos damos los dos besos de rigor, me descalzo, me siento a su lado y me remojo los pies. Siempre que vengo lo hago y me sienta tan bien. Sima me pregunta qué tal mi vida y yo me encojo de hombros.
-Si has venido a verme no irá demasiado bien.
Sonrío con cara de cordero degollado y me vuelvo a encoger de hombros.
-He venido en moto.
-¿Tienes moto? ¿Y cómo se llama?
Sima sabe que siempre le pongo nombre a mis vehículos. Me gusta que a pesar del tiempo que pase, se acuerde de todo.
-Rocinante -le respondo.
-¿Y tú eres el caballero de la triste figura? -dice mirándome con ternura y compasión.
-Si no, no estaría aquí.
Ambos nos empezamos a reír. Después, el silencio, pero no uno de esos malos sino como el que explica Uma Thurman en Pulp Fiction. Seguimos así un rato, mirando el agua pasar. Después se fija en mi pómulo inflamado, el trozo de esparadrapo encima de la ceja y los demás rasguños.
-¿Y eso? ¿Rocinante no te habrá tirado al suelo?
-No, son secuelas de volar -,adopto una pose triunfal -Siempre he pensado que las cicatrices me hacen interesante.
-Las cicatrices no son importantes sino la experiencia ¿Valió la pena?
No puedo hacer otra cosa que sonreír.
-Veo que tú tampoco has cambiado.
Señalo mi brazo mientras le digo que lo llevo escrito en la piel.
-No acabo de entender el tatuaje. -Me dice mirándolo.
-Nadie lo entiende, la mayoría piensa que soy idiota o un cabezota prepotente pero es otra cosa. Sabes, la vida es una mierda, así que cuando por las mañanas tienes que lavarte la cara, más te vale poder mirarte al espejo la mayoría de los días y poder decirte que le vas a echar huevos. Para eso lo del brazo, para cuando no tengo un espejo cerca.
-Pues sí que eres un cabezota prepotente.
-Es parte de mi encanto.
Otras carcajadas seguidas de otro magnífico silencio. Vuelve a pasar el tiempo, la verdad, no sé cuanto. Miro pasar el agua entre los dedos de mis pies mientras me pierdo en los recuerdos.
-Tal vez -,digo -podría enviarle una carta, ya sabes, explicándolo todo bien, así...
¡PAH! Me cae una colleja sonora y dolorosa que no me esperaba. Sima me mira con severidad. Me señalo el brazo poniendo mi mejor cara de niño bueno.
-No, -me dice -Esta vez echarle huevos es otra cosa.
Asiento y agacho la cabeza.
-Ya sabes que soy un cabezota prepotente.
-Es parte de tu encanto -y me guiña un ojo.
Sonrío y volvemos a mirar nuestros pies. Corre una pequeña brisa que me hace levantar la vista y mirar alrededor. Aquí no hace el calor sofocante del verano, el riachuelo, los árboles y arbustos en sus margenes, el cantar de los pájaros, es un sitio precioso. Sima me pega un suave codazo.
-Se te van a arrugar los dedos de los pies.
-Sí, -le respondo -será mejor que me vaya.
Sé que no es que le moleste mi presencia, ella sabe que para la gente no es bueno quedarse mucho tiempo con Sima por bonito que sea el paisaje. Me levanto y me seco los pies como puedo.
-¿Y que vas a hacer ahora?
-Supongo que sacaré brillo a la armadura, montaré en Rocinante y me pelearé con unos cuantos gigantes.
-Son molinos.
-Lo sé pero siempre he preferido llamarlos gigantes.
Ya calzado le doy dos besos y le acaricio la cara con cariño, ella me sonríe.
-Me ha gustado verte -,dice ella -pero espero no verte en un tiempo.
-A ver si hay suerte.
Nos abrazamos, me doy la vuelta y comienzo el camino de vuelta.
-Oye -, me llama ella. -No es tu estilo pero te queda bien el corte de pelo.
Yo sonrío y le lanzo un beso desde lejos, ella me lo devuelve y comienzo a subir la pendiente mientras silbo.


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