sábado, 12 de julio de 2014

Saborear.

Ella me recordó tantas cosas que había olvidado. Y ahora que estoy dispuesto a saborearlas tengo que hacerlo aquí, con tito Jack y, como Nacho, tirando de Alprazolam. Y no, sin ella, no saben igual. Con las gafas de sol duele un poco menos escribirlas y describirlas, será que aún me quedan cosas por aprender o que al empañarse estas oscuras lentes podré emborronar el recuerdo y concentrarme en ese sabor a metal oxidado de tan poco uso. Y la verdad es que sin ella no sabe igual. Tal vez al final sólo sea uno más pero a quién le importa si lo que me hizo recordar y su recuerdo saben genial aunque no pueda compartirlo con su boca, su lengua, su risa y caricias que ahora vuelvo a creer sentir como esos crujidos que te hacen pensar en fantasmas. Y ahora también vuelvo a recordar su falda y esas rodillas de niña que tanto me gustan. Tengo que portarme bien, me dice lo poco que queda de mi parte racional, o habrá que matar esa pequeña parte con otro trago de whisky que, sólo, ella me enseñó a beber.


Buenas noches, señorita, disfruta de la luna que yo disfrutaré del recuerdo de tu sabor.

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