Ella me recordó
tantas cosas que había olvidado. Y ahora que estoy dispuesto a
saborearlas tengo que hacerlo aquí, con tito Jack y, como Nacho,
tirando de Alprazolam. Y no, sin ella, no saben igual. Con las gafas
de sol duele un poco menos escribirlas y describirlas, será que aún
me quedan cosas por aprender o que al empañarse estas oscuras lentes
podré emborronar el recuerdo y concentrarme en ese sabor a metal
oxidado de tan poco uso. Y la verdad es que sin ella no sabe igual.
Tal vez al final sólo sea uno más pero a quién le importa si lo
que me hizo recordar y su recuerdo saben genial aunque no pueda
compartirlo con su boca, su lengua, su risa y caricias que ahora
vuelvo a creer sentir como esos crujidos que te hacen pensar en
fantasmas. Y ahora también vuelvo a recordar su falda y esas
rodillas de niña que tanto me gustan. Tengo que portarme bien, me
dice lo poco que queda de mi parte racional, o habrá que matar esa
pequeña parte con otro trago de whisky que, sólo, ella me enseñó
a beber.
Buenas noches,
señorita, disfruta de la luna que yo disfrutaré del recuerdo de tu
sabor.
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