Mi canción
preferida tiene el nombre del pecado original. Cree que la quiero
atar pero lo que más me gusta es oírla volar. Mi canción preferida
es triste, pero ese tipo de tristeza que te arranca una sonrisa. Mi
canción preferida no está hecha para bailar, es para sentarse en la
barra y escuchar esa deliciosa melodía, ese acompañamiento de esa
tísica guitara que tanto me gusta tocar al saborear cada uno de sus
versos. Tal vez nunca la vuelva a escuchar pero sé que algunas
mañanas al despertarme o por las noches justo antes de acostarme la
voy a silbar porque fue al escucharla por primera vez cuando sin
darme cuenta junté los labios y comenzó a sonar, aprendí a silbar.
Tal vez desafiné, tal vez la melodía sólo era reconocible por mí
pero su melodía al fin. No soy un experto en música y puede que mi
canción preferida no le guste a puristas y entendidos pero como ya
he dicho, no sé demasiado de música, sólo de canciones que hacen
cambiar el ritmo de mi corazón, tal vez por su personalidad, por su
carácter o sinceridad. La verdad es que nunca me paro a pensar por
qué me gusta una canción, sólo dejo que mi corazón y mis pies se
muevan a su compás y ahora que sé, me pongo a silbar.
jueves, 17 de julio de 2014
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