El niño tenía pelotas, unas pelotas que de tan grandes eran perfectas para ser pateadas. Y claro, si lo sumamos a una cabeza de una dureza mayor que que la del diamante, en cuanto alguien le gritaba ¿No hay pelotas? Él las colocaba en el punto de penalty y dispuesto a colaborar en el gol, en cuanto le pateen correrá hacia la portería y la portera ya está avisada de que no lo deje pasar del portal. Venga, señora, déjeme pasar, dijo el niño. A escobazos se tuvo que largar al bar.
Y allí estaba el roedor. ¿Alguna vez habeis bebido con un roedor? Tiene esos ojos raros, como inexpresivos, dan grima, pero al menos este roedor, con las patitas tan cortas era incapaz de patear nada y a base de cubos de hielo rehogados con aceite de sucedáneo de tranquilidad sus pelotas hinchadas podían descansar sobre la barra del bar. Y el roedor, que era incapaz de juzgar porque con esos ojos ¿quien puede juzgar? dijo con la notoriedad de un párroco de la época colonial: Esto no es una solución. Y apurando el whisky sin soda, el niño respondió que los premios de consolación siguen siendo premios ¿no?
Toma 2: Ahí va el niño charlando con tito Jack, ya que el roedor hace tiempo que cayó en una trampa de pollo porque ¿sabías que los ratones prefieren el pollo frito al queso? El caso es que el roedor duerme su melopea y el niño de las pelotas sigue charlando y ahora solo Jack lo puede escuchar. ¿Hay algo más que le podamos hacer? Le grita el niño a Jack y el camarero niega con la cabeza mientras piensa ¡vaya chaval! El niño pone un billete en la barra mientras se despide del ultimo trago de Jack y de una colleja despierta al roedor. Se puso a andar y antes de doblar la esquina oyó como el roedor le gritaba: Contrólate. Y el niño le respondió que eso era para cobardes y controladores aéreos y riendo se fue de calle en calle y tiro por que me toca y a dormir en un portal. En su cabeza, ya sabía cual.
martes, 8 de junio de 2010
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