martes, 15 de junio de 2010
En la oscuridad.
Apaguemos un momento la luz. Así, a oscuras. Déjalos salir. Me encanta ese momento en que sigues con arcadas y ya no puedes vomitar nada más. Ahí ya estás vacío, ya no queda nada que echar por mucho que te empeñes y más tarde o más temprano te empiezas a relajar. No sé de donde viene esta bola de furia paranoica pero me sienta igual que una bola de pelo le debe sentar a un gato. He de reconocer que desde el año de los males no me he vuelto a recuperar. Con lo que llevábamos que tu abuela muera el día del cumpleaños de tu madre no es bonito y tampoco es una señal por mucho que dios se empeñe, mi polla si que es inescrutable. A más de mil kilómetros de distancia del epicentro lo único que puedes hacer es que todos siempre piensen que todo va bien. Pero eso es lo único que se te da realmente bien. Ya apagarás la luz ¿no? Ya podrás estar fuera de miradas otra vez. Si alguien tiene alguna duda de si me he comportado muchas veces como un mamón que se deje de dudas porque la respuesta es sí. Tranquilo, déjalos salir. He imaginado muchas veces lo que debe ser asesinar a alguien y solo un par de veces ha sido por ira, el resto por curiosidad, aburrimiento o in extremis por diversión. Que nadie se piense que esto es un diario ¿por favor, sois idiotas? De aquí solo sale lo que pienso que queréis escuchar o lo que yo os quiera relatar. Quien me quiera conocer que se tome medio millón de cervezas conmigo y después ya si eso empezaré a hablar. Déjalos salir. Cada día que pasa odio a más gente. ¿Quién coño os ha pedido opinión y por qué cojones me tenéis que obligar a escuchar vuestras estupideces? ¿No os podéis estar callados ni un momento? Me importa una mierda que tu madre no te quiera, yo no te tengo que aguantar. Siempre hago la broma de que nací tan hecho mierda que mis padres se pensaron si criarme o tirarme a la basura. Es una broma solo en el hecho de que mis padres nunca se lo pensaron. Así, es normal que me pase, si mi vida es un regalo pues juego con él como me da la gana. Un consejo para intrépidos lectores: que nadie confunda el bajón de cuatro días de fiesta con el vacío existencial, que nadie se atreva a decirme que esa es la solución, es solo eso, pura diversión, una mentira de una, dos, tres noches que a cucharadas grandes te quieres tragar. El miedo seguirá ahí cuando pares o el momento antes de morir mientras un hilillo de sangre sale de tu nariz. Al final no queda nada excepto la última sensación que quieras o te permitan tener. Y no, lo peor es que no estoy borracho.
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