Supongo que a los perros hay que abandonarlos en algún lugar que no conozcan y hay que llevarlos con los ojos vendados.
Me acabo de dar cuenta de que estoy sentado donde todo comenzó y sigo sin comprender como se me llena tanto la boca con el “todo” si tampoco hay demasiado que contar. Sólo hasta tres, lo mires por dónde lo mires, sólo hasta tres. Como tengo que escapar de la pantalla que no muestra cambios en mi bandeja de entrada corro al bar de mis desesperanzas esperando estar a la altura de Bogart si entras por la puerta y cuando me quede solo con el pianista diga aquello de “tócala otra vez, Sam”. Pero ni el negro de la barra es Sam ni vas a aparecer ni es mio el bar. Mi compañero de piso me miró mal cuando le dije que venía aquí pero que puedo decir si solo soy un idiota, si solo soy un zombi. Sé que solo parezco un loco hablando sólo. Sé que esto es como gritarle al viento, lo supe desde la primera incomunicación pero es más barato que la terapia ¿no?
Es hora de dejar el corazón de plástico en el cajón y ponerse un poco cabrón. No nos confundamos que esto es un todo. Ni tú eres tan importante ni yo tan pardillo. Más bien, como cualquier hijo de vecino, prefiero dormir acompañado las mañanas sin sol. Sólo estoy así porque no eres la primera y los golpes al corazón y la soledad duelen más por repetición que por crueldad. Ante todo recuerda que solo tienes que decirme: cállate. No lo dices, pues no me callo.
domingo, 6 de junio de 2010
Suscribirse a:
Enviar comentarios (Atom)
Dale al play, Sam.
ResponderEliminar