miércoles, 9 de junio de 2010

¿Quién sabe dónde?

¿Dónde está la valentía? ¿Dónde la pérdida del control? Donde habitamos los que no queremos que nadie habite lo que no puede ser habitado por los no poetas. Y los poetas no son los que escriben chorradas en papeles si no las personas que saben que todo se ha de mover desde las entrañas y que el resto es despreciable. Como en el principio de incertidumbre no se puede confiar, esperar un final made in Hollywood es como esperar que el tiempo vaya hacia atrás. Al final solo puedes arrepentirte de lo que recuerdas y el alcohol ayuda a dormir y a dejar de soñar despierto con lo que ni soñando se hará realidad. Un, dos, tres. Un, dos, tres. Volvamos a empezar. No es una cuestión de medirse las pollas si no de poder mirarse al espejo sin tener que preguntar: ¿Y a cuanto está el pan? Pues ha subido y no llevo suelto así que el bocata me lo hago con aire entre rodaja y rodaja de mortadela. Yo sigo pensando que no tiene nada de malo hablar, sobre todo si al final tampoco vamos a follar. No es que sea un angelito de la guarda ni un cerdo revolcándose en la mierda. Solo el que por troglodita solo sabe pedir las cosas a golpe de garrote y vil, muy vil hay que ser para negarle la limosna al ser más vil de toda la humanidad ¿Pero acaso no ves que tampoco lo puedo evitar? Tal vez el muro lo vi de lejos, tal vez podía haber girado y tal vez no tenía por qué estrellarme... pero lo tenía que lamer y saborear el sabor a ladrillo del muro y a hiel de mi hígado impregnado en whisky. La verdad es que al menos, ahora que estoy junto al muro tengo dónde apoyar mi espalda.

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